Mientras la chica y el mago, dos jóvenes que entrenaban en el mundo real, los dos maestros, ya mayores, se habían perdido en el pasado. Gravis había vuelto a su mutismo, la mirada fija en un horizonte lejano, situado más allá de esa parcela ajardinada, mientras Arquio pensaba en la mujer con la que apenas pudo compartir su vida. Ambos eran recuerdos dolorosos pero era difícil discernir cuál de los dos lo era más. A decir verdad, ninguno de ellos era más doloroso que el otro. Arquio simpatizaba con Gravis, pero el hecho de que le hubieran contado la historia no significaba que la viese de la misma manera que él. Cada uno había vivido la suya propia y comprendía el pesar del otro, pero no eran capaces de experimentar la ajena en su totalidad.
Ciudad de Blanco y Negro
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