Corría el año 2006. Agosto, para ser más exactos. Por la cartelera de cines asomó una curiosa película sobre un chico y su dragón, el último de su especie. Esta película se titulaba "Eragon".
Recuerdo muy vagamente la película. Hace mucho que la vi, era pequeño y no juzgaba a las películas como ahora. Por ello, desde entonces no he vuelto a pensar en ella. Hasta ahora, que ando leyendo "Eldest", segundo libro de la saga de Christopher Paolini y me doy cuenta de que las justificaciones que hizo la gente, entonces y ahora, sobre la pobre calidad de la película son totalmente justificadas.
No voy a meterme en grandes spoilers para no arruinar la experiencia a aquellos que quieran buscar los libros. Adelantaré, sin embargo, que aquellos que quisieron comprimir toda la historia de Eragon en una película de 104 minutos estaban demasiado motivados a completar semejante tarea. No lo llamemos hazaña, porque los resultados hablaron por sí solos: hoy en día nadie recuerda la película de Eragon, y con mucha razón. La longitud del libro original puede variar de una edición a otra pero, en cualquier caso, todas requerirían al menos 300 páginas para cubrir toda la historia. El segundo libro, en el que me llego, necesitaría de 600, y todavía me quedan otros dos tomos igualmente gruesos. Una historia épica tan extensa que una duración tan breve constriñe y destroza hasta dejar casi irreconocible.
¿Y cómo se las apañaron para consumar ese desastre? Algunas de las críticas se cebaron con su actor, que no se parecía al Eragon de los libros (un problema que suelen enfrentar la mayoría de adaptaciones literarias) pero el fracaso fue más allá. Mientras leo el libro, me doy cuenta de las muchas cosas que la adaptación se dejó en el tintero. Personajes enteros, que son clave en el desarrollo de los acontecimientos, desaparecen sin dejar rastro. Podría mencionar puñados y más puñados de personajes, con nombres y papeles relevantes, que dejaron su impronta en el Eragon literario y que nunca visitaron la gran pantalla. A eso hay que sumarle historias paralelas (ya que la historia no solo se cuenta desde el punto de vista de su protagonista) un continente extenso, cuyos límites ni siquiera se conocen entre sus páginas. Y, como no, un desarrollo de mundo tan colosal que resulta inabarcable. En comparación, sería como hablar de un árbol al cual solo han dejado su tocón. Sin siquiera raíces.
Un detalle que sí cabe mencionar, y que sí que cumplieron, fue que Eragon no se encuentra cara a cara con el villano principal, Galbatorix, hasta casi el final. A día de hoy, he leído sobre este rey déspota y malvado como menciones, sin hacer ninguna aparición. En la película sucede así, mientras que en los libros todavía tengo ganas de saber cómo será su gran encuentro, a pesar de que sé que todavía no está preparado. Supongo que llegó en menos de dos horas porque eliminaron buena parte de los monstruos, aliados del rey, que se interponen en el camino de este elegido para salvar su mundo.
En resumen: la película de Eragon fue un despropósito de principio a fin. Si realmente quisieran hacer justicia a la historia, deberían seguir ejemplo de la exitosa trilogía del Señor de los Anillos: tomarse su tiempo y dividirlo en varias películas. Y, aun así, tres me parecerían poco para esta gran obra que sigo disfrutando y cuyo final veo distante pero que no me rendiré hasta alcanzar.
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