ESTE ARTÍCULO CONTIENE SPOILERS
Cuando me acerqué por la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Valladolid este año 2024 lo hice alentado por la curiosidad y no con un genuino interés por comprar libros. En esa búsqueda sin objetivo acabé encontrando uno que me llamó la atención, "La Peste" (Editorial Origen) de Albert Camus. Sin duda fue la conexión que lo unía con la reciente pandemia que hemos vivido hace 4 años que me animé a adquirirlo por un precio de ganga. Ya había leído en algún sitio con anterioridad que los eventos del libro eran un gran calco de aquellos relacionados con lo que vivimos durante la Covid y, bueno... No mentía.
Pero no mentía por el contexto de una enfermedad que obliga a la gente a encerrarse en sus casas. Y es que encontré una gran cantidad de símiles entre determinados comportamientos de personajes en la historia y personas, o grupos de personas, que hacían de Albert Camus un oráculo fortuito, en mi opinión. Uno de los que más gracia me hizo fue Cottard. Es un personaje bastante menor dentro de la historia, que apenas aparece en contadas ocasiones, pero su actitud me recordó la de ciertos personajes de la pandemia que se dedicaban (ya fuera por maldad o por ignorancia) a difundir bulos sin parar. Huelga decir que Cottard no llega a los extremos de desinformación a los que llegamos nosotros, pero hay una línea que dice (pág. 108):
Cottard estaba saturado de estas historias falsas o verdaderas sobre la epidemia.
La trama no va más allá pero, cuando la leí, no pude menos que recordar a los grandes difusores de bulos que contagiaron gran confusión en cuanto a ciertas informaciones que nos llegaban por los medios. En cierta parte fue muy acertada, ya que algunos conspiranoicos de la Covid llegaron a utilizar la falible técnica de la numerología para apoyar sus tesis, algo que también sucede en el libro (254):
Muchas de esas profecías se basaban en cálculos caprichosos en los que intervenían el milésimo del año, el número de muertos y la suma de los meses pasados bajo el dominio de la epidemia.
Cottard también me recordó a las infames noticias que llegan estos días, de gente que se enriquecía inmoralmente de las necesidades de entonces con trapicheos corruptos, cuando se mencionaba de Cottard que aprovechaba la carestía para vender productos a precios inflados.
Por otro lado estaba Rambert. Aunque el personaje sufre una evolución importante, al principio me recordó a aquellas personas con las que parecía que la cosa no iba con ellos. Que el problema, aunque fuera global, no les afectaba. Esgrimía que no era oranés y que, con una mujer que le esperaba en Francia, que debía salir. Aunque su plan se vio frustrado al final, me recordaba a todas esas personas insensibles que lloriqueaban por tener que estar encerrados y que se pasaban las normas de contención por el forro.
Aunque también encontré símiles positivos. Durante la trama, el personaje de Tarrou lleva un diario donde narra con bastante precisión ciertos eventos, hasta el punto que el narrador cita literalmente algunas de sus frases para referirse a determinados eventos. ¿Cuál si no había de ser la labor de los periodistas, que eran nuestra única ventana al mundo cuando no podíamos mirar a través de ella? Y también está el doctor Rieux, en mi opinión el protagonista, que encarna a todos aquellos sanitarios que se dejaban la salud e incluso la vida por asegurar que los enfermos sanaran y que pudiéramos salir de la situación de excepción cuanto antes.
Luego hay detalles más anecdóticos, como el hecho de que, en plena epidemia de peste, los restaurantes se vieran desbordados (149):
Si los restaurantes están abarrotados es porque para muchos simplifican el problema del avituallamiento.
Esa línea me recordó bastante a las grandes necesidades que la población tuvo de utilizar plataformas como Glovo o Uber para satisfacer sus necesidades alimenticias (y Amazon para comprar, por antonomasia), aunque adaptado a los tiempos en que se desarrolla la trama del libro. También encontré que los problema de organización no eran exclusivos de la Covid (153):
--La organización del servicio es deficiente. Les faltan a ustedes hombres y tiempo.
Pero también las variantes. ¿Cuántas variantes de Covid pudimos contar al finalizar el confinamiento y abandonar las mascarillas? Por lo menos, en Orán solo tuvieron que hacer frente (que se supiera) a dos variantes de peste (152):
Desde la víspera existían en la ciudad dos casos de una nueva forma de la epidemia. La peste se mostraba pulmonar.
Aunque esto no es raro de encontrar, dado que una propagación tan acelerada de una enfermedad propicia su mutación, me pareció igualmente interesante. Y ya el último símil, algo más rebuscado, me trajo a la mente los días en que la gente, para pasar el tiempo, acudió y se inspiró en nuevas actividades para pasar el tiempo. ¿Acaso no recordamos las sesiones masivas de repostería que hubo durante algunos meses? (216):
Clasificaban fichas o ponían discos, sin diferenciarse en nada los unos de los otros.
Este último fragmento requeriría más contexto, así que lo ofrezco de óbice para recomendar encarecidamente la lectura de este clásico que, no por nada, fue premiado en su momento con el Premio Nobel de Literatura. Una lectura que recomiendo encarecidamente y que, pese a compartir pocas cosas con los tiempos que nos tocó vivir, mantiene la esencia de ambos momentos y engancha desde el principio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario